NOMBRAR A AMBOS SEXOS
Pero, ¿cómo usar la lengua de modo que represente toda la riqueza que existe en la experiencia tanto de hombres como de mujeres?
Hay una forma de utilizar el lenguaje, todavía la más extendida, en la que se considera que muchas palabras dichas en masculino son “genéricas”, o sea, son capaces de hacer referencia a ambos sexos.
Es lo que ocurre, por ejemplo, con la palabra “niños” cuando la utilizamos de la siguiente manera: “Los niños de esta clase sacan muy buenas notas”; es posible que tanto quien habla como quien escucha, entiendan que se está hablando de ambos sexos y que los niños y las niñas de la clase sacan buenas notas. Sin embargo, si decimos “los niños de esta clase juegan muy bien al fútbol” es posible que tanto quien habla como quien escucha entienda que quienes juegan bien son los varones y ni siquiera se pregunten por cómo juegan las niñas. Del mismo modo, si decimos “a los niños de esta clase les gusta mucho vestir de rosa” es posible que quien habla y quien escucha tengan un momento de confusión y necesiten ponerse de acuerdo acerca de a quién se refieren realmente, lo que les lleve probablemente a rectificar y decir algo así como: “a las niñas de esta clase les gusta vestir de rosa, y a algunos niños también; otros en cambio prefieren el verde”.
Utilizar el masculino como si fuera genérico crea problemas y confusiones de este estilo, de forma que, en más de una ocasión, una mujer no sabe realmente si está incluida o no en el relato.
Hablar en masculino y en femenino, nombrando a ambos sexos, supone utilizar con mayor precisión el lenguaje, expresando con mayor propiedad las necesidades, gustos, inquietudes, de mujeres y de hombres.
Cuando hacemos una descripción en masculino de la realidad, ocultamos una parte de lo que realmente esta pasando. Imagina una situación en la que madres y padres asisten a una reunión del AMPA. La noticia al día siguiente podría ser: “a la reunión de ayer asistieron 20 padres”. O bien podríamos decir “a la reunión de ayer asistieron 18 madres y dos padres”. En la primera versión es posible que nos imaginemos que los padres son los que han acudido a la reunión; o también podemos imaginar que han acudido padres y madres más o menos en la misma proporción. En cualquier caso interpretando el masculino de la mejor manera posible, nos daría una idea de que madres y padres se preocupan de forma más o menos similar de la educación y de que asisten más o menos en la misma proporción y se interesan en la misma medida por las reuniones y sus contenidos. En la segunda versión, en la que se nombra a ambos sexos, se aprecia que madres y padres tienen actitudes muy diferentes con respecto a la labor educativa así como un compromiso desigual con la asociación. En este caso, nombrar a las mujeres es un modo de reconocerles autoridad en esta materia, bajo la constatación de que son “ellas” quienes de forma mayoritaria se están preocupando por la educación de sus hijas e hijos.
Nombrar a ambos sexos no implica solamente nombrar en masculino y en femenino, sino hablar de lo que mujeres y hombres hacemos, creamos, sentimos, aportamos, necesitamos, experimentamos. Es decir, no sólo se trata de cómo se nombra, sino también de los contenidos que se transmiten. Así, por ejemplo, si echas un vistazo a la prensa diaria, podrás comprobar que la gran mayoría de las noticias que aparecen en los periódicos aún están protagonizadas por hombres, que abarcan y son mayoría en la gestión de asuntos relacionados con la economía, la política, las relaciones internacionales, la guerra, el armamento, etc. Las noticias que aparecen protagonizadas por mujeres suelen ser aquellas en las que ellas aparecen como víctimas o bien a modo de pequeñas notas en las que podemos leer sus aportaciones en las páginas de sociedad y cultura, dando la impresión de que ellas no dejan impronta en el devenir histórico.
Nombrar a ambos sexos implica nombrar la participación real, tanto numérica como cualitativa, de mujeres y hombres en las diferentes áreas que conforman el mundo, haciendo visibles sus aportaciones en todos los campos tanto en la escuela como en los medios de comunicación. Nombrar todo aquello que hacen mujeres y hombres para fomentar la convivencia y evitar la violencia es un modo, además de alentar la paz, de huir de los estereotipos. Esto significa ofertar palabras que describan la ternura de los hombres, su capacidad para dar y mostrar amor, la creatividad y capacidad para negociar y llegar a acuerdos; supone también hablar de las mujeres con palabras que ayudan a verlas como dueñas y señoras de sus propias vidas, capaces de tomarse en serio sus propios deseos, siendo promotoras del desarrollo de sus pueblos y expresándose con un lenguaje propio.
Nombrar a ambos sexos visibiliza las aportaciones de mujeres y hombres en todos los campos: escuela, medios de comunicación, etc.
Fuente: Instituto de la mujer. La salud laboral de las mujeres (2006)