La coeducación&: Dos sexos en un solo mundo

MÓDULO 4: EL AMOR Y LA SEXUALIDAD

EL AMOR Y LA SEXUALIDAD

Para hablar sobre la educación del amor y de la sexualidad, nos ha parecido interesante empezar este módulo poniendo palabras a qué es para nosotras el amor y la sexualidad. Pero, antes de ello, te invitamos a que te hagas esa misma pregunta: ¿Qué es el amor para ti? ¿Qué es la sexualidad para ti?

La sexualidad es fuente de expresión

La sexualidad es fuente de expresión, de placer y de comunicación y está presente en el ser humano desde que nace.

La sexualidad no es algo que tenemos, sino algo que somos. Es una capacidad que nos conforma y que, por tanto, la llevamos allí a donde vamos. Puede estar agazapada o desplegada. Sea como sea, está en cada cuerpo, en nuestro cuerpo y también en el de cada ser humano con el que nos relacionamos.

Por todo ello, hemos optado por no usar el término ‘educación afectivo-sexual’ ya que, en la medida en que la sexualidad lleva implícita la afectividad, nos parece una reiteración. Cuando se nos presenta la sexualidad despojada de los afectos, entendemos que se la despoja, de un modo burdo y caricaturesco, de su ‘alma’.

En nuestra cultura, la sexualidad humana ha sido reducida y estereotipada de dos formas distintas que, en realidad, son las dos caras de una misma moneda, ya que ambas han nacido en el corazón mismo de la lógica patriarcal. Por un lado, se la ha reprimido a través de un código estricto y moral de conducta, en el cual se ha pretendido controlar el deseo y el placer femeninos con la figura de la ‘mujer privada’, o sea, de la mujer que es esposa de un solo hombre. Con este control, determinados hombres han buscado tener cierta garantía (nunca del todo cierta) sobre la paternidad de cada criatura que nace.

Junto a la ‘mujer privada’, se ha creado la figura de la ‘mujer pública’, que es aquella que, bien ejerce la prostitución y/o bien se muestra públicamente a través de la pornografía. Tanto la prostitución como la pornografía implican una representación mecánica y estereotipada del amor y de la sexualidad, en la que los cuerpos, fundamentalmente los femeninos, se convierten en mercancías de consumo, en meros objetos, siendo el poder y no la relación la que cobra protagonismo.

Ambas formas de representar la sexualidad quita a la sexualidad precisamente aquello que le es más característico, el ser una fuente de expresión, de placer y de comunicación, un lugar desde el cual celebrar y sentir la vida.

Educar la sexualidad es, por tanto, procurar que niños y niñas sientan la maravilla de sentir y apreciar su propio cuerpo, de expresarse con él y de entrar en contacto con los otros cuerpos de un modo sano, placentero y no violento.

Despertar la capacidad humana de entrar en una comunicación más profunda con otro ser humano, de expresar y escuchar cuidadosamente sentimientos y pensamientos sin que la palabra se escinda del cuerpo, de respetar y cuidar al propio cuerpo y también a los otros cuerpos, es, no sólo despertar la sexualidad, sino también el amor. Lo que queremos decir es que amor y sexualidad son dos capacidades que, en la experiencia humana, beben de la misma fuente.

Nosotras, las autoras, cuando hablamos de amor, hablamos de una capacidad humana que, del mismo modo que la sexualidad, forma parte de lo que somos, aunque a veces está reprimida o constreñida. Tiene que ver con la apertura, con esas ganas de entrar en contacto con otro ser humano y descubrir el mundo a través de esa relación.

Tiene que ver también con el entendimiento, con la capacidad de comprender quién es esa persona, ese hombre o esa mujer, con quien nos comunicamos. Lo que significa además ver a esa persona, ver quien es y qué trae consigo, o sea, relacionarnos con quien ella o él es realmente y no con lo que nos imaginamos que es o con lo que nos gustaría que fuera.

Educar en el amor, por tanto, es despertar esa chispa que nos permite enriquecer enriqueciéndonos, cuidar cuidándonos, hacer sentir sintiendo. Hablamos de un amor en el que no caben las jerarquías, ni el sometimiento o la violencia, que desborda lo que podamos sentir por una pareja y que no cabe en el coto de una definición o de una caricatura.