La coeducación&: Dos sexos en un solo mundo

MÓDULO 1: COEDUCAR HOY

LA FEMINIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA

Llama la atención que entre quienes se licenciaron en el año 2006 en las universidades europeas, el 60,59% hayan sido mujeres. O también que, en un país como Argelia, las universitarias hayan sido en ese mismo año el 50% del alumnado universitario o que en Irán ellas lleven varios años logrando el 60% de las plazas universitarias a través de la selectividad. Estos datos nos hablan de que el deseo y la perseverancia de muchas mujeres a la hora de aprender y de intentar labrarse un futuro mejor son muy grandes.

Alumna de la UNED Fuente: Banco de imágenes CNICE

La presencia de maestras y alumnas en las escuelas e institutos varía de un país a otro, aunque parece clara la tendencia a que ésta sea cada vez mayor e incluso, como ocurre en gran parte de los países europeos, mayoritaria. Pero habría que preguntarse: ¿cómo se distribuye esta presencia? y ¿qué cambios cualitativos genera?

En España, en el curso 2005-2006, algo más de un 53% de quienes aprobaron la educación secundaria obligatoria y un 57% de quienes aprobaron el bachillerato eran chicas. En lo referido a la formación profesional, ellas conformaron el 50% de aprobados, aunque llama la atención que del total de quienes realizaron un módulo de Electricidad o Electrónica, sólo un 6,7% fueran mujeres, mientras que constituyeron el 96% de quienes realizaron módulos relacionados con la Imagen Personal y un 80% con la Sanidad.

Las profesoras también son mayoría en ese curso escolar. En educación infantil y primaria, ellas fueron el 77,67% del total de maestras y maestros. En educación secundaria, el 55,72%. En educación especial, el 80,99%. No ocurre lo mismo, sin embargo, en la universidad, donde las mujeres ocuparon en ese curso el 42,12% de los cargos docentes, aunque sólo el 18% de cátedras y el 38% de titularidades.

Parece, por tanto, que la feminización de la enseñanza es clara, salvo en algunos contextos o países donde la pobreza, la guerra, las tradiciones patriarcales o el aislamiento tienen mucho arraigo. Una feminización que, aunque se muestra con contundencia, se topa con dificultades en algunos ámbitos del saber con una fuerte tradición viril o en aquellos puestos marcados por la impronta del poder.

Pero la feminización de la enseñanza no es una cuestión meramente numérica. Anna María Piussi ha señalado que “más mujeres que hombres saben hacer de la escuela, a pesar de las condiciones adversas, un lugar acogedor, comprensible e interesante, gracias a su capacidad para no identificarse totalmente con los códigos burocráticos de las reglas y del poder”. Con estas palabras, esta filósofa y pedagoga italiana expresa algo que, a pesar de estar sucediendo cada día, a menudo permanece oculto. Para profundizar en esto, traemos dos relatos de experiencias del profesorado recogidas de sesiones de formación sobre coeducación. La primera es la siguiente:

“En una sesión, un profesor ha comentado que le gustaba la capacidad de algunas mujeres enseñantes para dar cuenta de lo que viven y de lo que sienten en su trabajo; de esa forma de comunicación en la que ellas ponen en juego y relatan la propia experiencia. Pero también ha manifestado su desazón, al comprobar, una y otra vez, que ellas se expresaban con libertad entre sí (a veces incluso con él), pero que, muy a menudo, esta capacidad quedaba mermada o anulada en el claustro o en los lugares comunes.

Algunas profesoras han manifestado, en esa misma sesión, su dificultad para expresarse cuando ese saber que ellas tienen se interpreta como incapacidad para la abstracción, o como un regusto excesivo por los detalles. Se sienten desautorizadas para ponerse en juego, aunque sepan que es desde la propia práctica desde donde una o uno puede reconocer sus necesidades, dificultades y saberes. Es desde ahí donde las relaciones cobran sentido, donde el intercambio y el aprendizaje se hacen significativos, donde es posible sacar a la luz la experiencia viva y hacer una teoría que dé cuenta realmente de la práctica docente.”3

La segunda experiencia permitió que un profesor se replanteara su visión de las tutorías: “Él dijo en una reunión que prefería que le visitaran los padres en lugar de las madres porque ellos ‘van al grano’ mientras que ellas ‘cuentan la vida’. Pero al escuchar sus propias palabras, él mismo reelaboró lo que había dicho, dándose cuenta que para conocer a una alumna o alumno es más interesante el relato de su vida donde, en lugar de acotar, se muestran experiencias, sentimientos y un contacto más directo y cercano con lo real.”4

Hacer un reconocimiento a estas prácticas cotidianas nos lleva a preguntarnos hacia dónde queremos ir. La feminización de la enseñanza puede suponer que las mujeres se acoplen al estilo tradicional de educar y de gestionar un centro educativo, o, por el contrario, una oportunidad para llevar a la dinámica escolar algunas prácticas fundamentales que, aunque han estado más cerca de la experiencia histórica femenina, son un patrimonio a disposición de unos y otras.  Son prácticas que tienen que ver, entre otras cosas, con el cuidado, el pensamiento apegado a la vida, la escucha, la empatía o la mediación en los conflictos.

Junto a esto, nos surgen otras preguntas sobre cómo hacerlo, cómo atender a las relaciones y a la singularidad de cada alumna y alumno sin que se nos cuelen los estereotipos patriarcales, es decir:

  1. Cómo cuidar libremente, cómo cuidar sin descuidarse.
  2. Cómo hacer de la escucha una práctica que favorezca la puesta en juego de palabras libres de mujeres y de hombres.
  3. Cómo usar la empatía de modo que nos ayude a matizar y mejorar la práctica docente, enriqueciéndola también con los propios deseos.
  4. Cómo abrir los conflictos sin violencia y sacar a la luz la necesidad de que la desigualdad y la discriminación dejen de existir.

En una ocasión, un profesor le dijo a la directora de un Instituto de Educación Secundaria de Madrid que parecía una madre a la hora de relacionarse con las alumnas y los alumnos. Se lo dijo de un modo despectivo, pero ella lo tomó como una señal de que lo estaba haciendo bien, en el sentido de que no había perdido ese hilo en el que la confianza, el cuidado, la creatividad y la relación cobran el protagonismo de cualquier aprendizaje y también de cualquier castigo o sanción. Esta experiencia ilustra de algún modo lo que queremos decir.

Desde ahí, ocupar cargos en la dirección de los centros educativos o cargos de relevancia en las instituciones públicas, significará una transformación no sólo numérica, sino también cualitativa. Significará también un enriquecimiento para aquellos hombres que ya están apostando por una escuela viva, libre y abierta.

Para saber más… Mujeres en cargos de representación en el sistema educativo. CIDE/Instituto de la Mujer, 2005

Para saber más… Resumen del Informe Educación Para Todos: Hacia la igualdad entre los sexos. UNESCO, 2003/04

 

3 Graciela Hernández Morales, “Un intercambio de experiencias singulares” en AA.VV., Relaciona: Una propuesta ante la violencia. Serie Cuadernos de Educación No Sexista nº 11. Instituto de la Mujer, Madrid, 2001.
4 Graciela Hernández Morales, “Atreverse a dejar huella propia”.  Ponencia impartida en 16 de febrero de 2006 en el Espacio de mujeres Entredós, Inédita.