MUJERES INSTRUIDAS
A diferencia de lo que suele pensarse, la instrucción de las mujeres no se ha dado de un modo lineal y creciente a lo largo de la historia. Aunque hoy en día sea habitual pensar lo contrario, las mujeres del pasado no siempre han estado relegadas en el conocimiento y en la educación. La formación femenina ha sido un camino complejo lleno de prácticas diferentes y dispares entre sí. Un camino en el que se han dado momentos y contextos en los cuales se ha celebrado y otros en los que se ha despreciado el saber y la inteligencia de las mujeres.
Quizá te llame la atención descubrir, por ejemplo, que en los primeros siglos del cristianismo, ha habido en Europa muchas instituciones educativas regidas por mujeres y destinadas en unos casos a la educación de niñas y adolescentes y, en otros, a la educación mixta de chicos y chicas. En esa época, algunos centros de canonesas fueron internacionalmente famosos por el nivel educativo y cultural que ofrecieron. En estas instituciones se educaron y vivieron algunas de las autoras y maestras más famosas de la Europa medieval como Hildegarda de Bingen o Hrotsvitha de Gandersheim que, en el siglo X, fue una gran autora de teatro.
Para saber más…
Hrotsvitha de Gandersheim nació en 935. La historiadora Luciana Tavernisi nos muestra la ironía y la modernidad de su obra:
“En (su obra) el Martirio de las santas vírgenes Agape, Chionia e Irene, tres bellísimas y jóvenes hermanas son conducidas ante el emperador Dioclecianos que las invita a sacrificar a los dioses. Se niegan, a través de un conciso diálogo, donde las doncellas se resisten ante el emperador, y las entrega al gobernador Dulcizio, nombre con el que se ha titulado al drama muchas veces, contrariando las indicaciones de Hrotsvitha. Éste, impresionado por su belleza, para aprovecharse de ellas las hace encerrar en un cuarto junto a la cocina y, por la noche, acompañado de algunos soldados con linternas, va a encontrarlas. Y esto es lo que sucede (escena IV):
AGAPE. ¿Qué es ese ruido en la puerta?
IRENE. Ese miserable Dulcizio, que está entrando.
CHIONIA. ¡Qué Dios nos proteja!
AGAPE. Así sea.
CHIONIA. ¿Qué será ese estruendo de ollas, calderas y sartenes?
IRENE. Voy a espiar. ¡Eh, venid, mirad por las rendijas!
AGAPE. ¿Qué pasa?
IRENE. Mirad, ese idiota, está mal de la cabeza y cree que está gozando de nuestro amor.
AGAPE. ¿Qué está haciendo?
IRENE. Está estrechando tiernamente contra su pecho las ollas, las sartenes y las calderas y las besa dulcemente.
CHIONIA. ¡Qué escena tan ridícula!
IRENE. Tiene la cara, las manos y la ropa tan pringadas y sucias de hollín que parece un etíope.
AGAPE. Que se lo lleve el demonio, está negro por dentro, justo es que lo esté también por fuera.
IRENE. Mira, va a salir. Vamos a ver qué hacen, cuando salga, los soldados que lo esperan delante de la puerta.’”
Fuente: AA.VV., Libres para ser. Mujeres creadoras de cultura en la Europa Medieval. Editorial Narcea, 2000, Madrid.
También en ese periodo, hubo niñas pertenecientes a la clase social no privilegiada que también pudieron acceder a la educación. Las escuelas creadas para dicho fin y sostenidas por las beguinas en el siglo XII (y que perduraron hasta el siglo XX) se llamaron la 'Amiga', palabra que procede del latín 'amare' y que significa amar. Las beguinas eran mujeres que ni se casaban ni se hacían monjas o canonesas porque deseaban dedicar su vida a la espiritualidad, libres de un marido y del sometimiento a una regla religiosa.
En los siglos XII y XIII se fundaron las primeras universidades europeas. Éstas nacieron como instituciones educativas sólo para hombres y se han conservado así hasta el siglo XX.
Durante los siglos XIV y XV se desarrolló el proyecto educativo humanista, que incluía también un modelo de educación bastante completo dirigido a las hijas de la burguesía urbana y de la aristocracia. Fue un proyecto pensado por hombres y llevado a cabo por hombres y mujeres, en el que las niñas aprendían latín, griego y materias científicas, aunque no la retórica, que se consideraba una materia apropiada sólo para hombres por estar ligada al ejercicio del poder. Algunas humanistas lograron, a pesar de la misoginia imperante, estudiar en las universidades de la época. Otras enseñaron libremente en sus aulas. Otras fueron mecenas de escritoras, de escritores, de traductoras, de traductores y de artistas. Algunas de ellas, como Christine de Pizan, son una referencia imprescindible en la historia del saber y de la literatura universal.
Posteriormente, fueron muchas las instituciones religiosas que continuaron con la labor de educar a niñas. Así, por ejemplo, María Clemencia Caycedo fundó el colegio de la enseñanza en Santafé de Bogotá en 1793 dentro de la orden benedictina. En él estudiaron alumnas internas y externas. En este centro había una sección donde algunas niñas pobres pudieron instruirse gratuitamente. De este tipo de fundaciones femeninas podemos encontrar muchos ejemplos durante los siglos XVIII y XIX en la cultura occidental. Por ejemplo, Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897), poeta, pedagoga y aún hoy considerada figura central de la poesía lírica dominicana de mediados del siglo XIX y una de las mayores innovadoras de la educación femenina en su país.
Dulce María Loynaz.
Fuente: www.cubaliteraria.cu
A lo largo de la historia, además, hubo diversas mujeres que fueron instruidas con rigor y disciplina en su propio hogar. Este fue el caso, por ejemplo, de la escritora cubana Dulce María Loynaz que, con apenas 17 años publicó sus primeros poemas y que, más tarde, estudió la licenciatura de derecho en la universidad. Fue colaboradora de las más prestigiosas publicaciones de su país y viajó en distintas ocasiones por Europa, Asia y América. En 1986 recibió el premio Nacional de Literatura de su país y en 1992 el premio Cervantes. Fue directora de la Academia Cubana de la Lengua.