La coeducación&: Dos sexos en un solo mundo

MÓDULO 6: PROYECTOS DE VIDA

TRABAJO Y VIDA

En general, ¿sientes que tu trabajo forma parte de tu vida y es una fuente de satisfacción y aprendizaje? O más bien percibes que, como suele decirse, trabajas para vivir. ¿Alguna vez has sentido que el trabajo te ocupaba tanto tiempo que tenías la sensación de no tener “vida”? ¿Alguna vez has pensado que tu jornada de trabajo te impedía relacionarte de una manera mejor con tu familia? ¿Hasta qué punto puedes combinar tu jornada laboral con asuntos familiares? Estás son preguntas que suelen ser contestadas de forma diferente por mujeres y por hombres.

El discurso dominante de nuestra cultura presenta el trabajo remunerado como un asunto intocable y desligado del resto de la vida de las personas, convirtiéndolo en una cuestión aislada y ajena a las circunstancias familiares o personales que nos circundan. Desde este punto de vista, el trabajo de los hombres se considera como una actividad casi sagrada y apartada del resto de la vida, de manera que no han de ser “molestados” en el desarrollo del mismo.

Esta representación del trabajo explica, en parte, por qué los hombres apenas solicitan permisos o excedencias para cuidar a personas dependientes, llevar a algún familiar al centro de salud o por paternidad como ya has visto en el epígrafe sobre las jornadas. De hecho, por ejemplo  desde la escuela, cuando hace falta llamar a un padre o a una madre porque una criatura necesita ser atendida, se suele llamar en primer lugar a la madre, tanto si trabaja de forma remunerada como si no.

En general, las mujeres tienen y han tenido siempre una mayor disposición para no desligar el trabajo de los demás aspectos de la vida; ya hemos visto, por ejemplo, que en muchas ocasiones ellas eligen tener empleos con jornadas reducidas para tener tiempo que les permita también poder dedicarse a la familia o a la casa. Estos datos nos hacen pensar que muchas mujeres seguimos considerando que la sostenibilidad de la vida es lo más importante y debe ser compatible con una jornada laboral, de manera que hacer viable una vida que empieza, ayudar a dar una salida digna a una vida que termina o hacer todo lo posible por ayudar a salvar otra, son experiencias a las que se dan un valor central, convirtiéndolas, en un momento dado, en el centro neurálgico alrededor del cual se acoplan otras necesidades de la viva cotidiana, también el trabajo remunerado.

Normalmente, nuestro alumnado lleva al aula sus alegrías, preocupaciones y sentimientos más profundos

Normalmente,  nuestro alumnado lleva al aula sus alegrías, preocupaciones  y  sentimientos más profundos.
Fuente: Elpais.com

Todas las tareas que estas circunstancias conllevan son tremendamente delicadas y complejas y su dificultad aumenta cuando se hacen en solitario, se acumula el cansancio, no se las valora, representan un sobreesfuerzo o hay ausencia de medios económicos, técnicos y sociales.

A pesar de las dificultades, esta forma de entender el trabajo como una actividad cuya gestión y organización ha de estar supeditada a las necesidades vitales, es una visión mucho más humana y cercana a la realidad cotidiana que hombres y mujeres vivimos que aquella otra que suele estar sustentando el mercado laboral que hace posible el modelo de ‘hombre trabajador’ propio del patriarcado. Esta actitud ante la vida y el trabajo no obedece a una supuesta “naturaleza femenina”, sino que se trata de una elección hecha por muchas mujeres (y no por otras), así como por muchos hombres, cada vez más, que tienen esta misma actitud.

Podemos enseñar a nuestro alumnado que trabajo y vida van íntimamente unidos; que el trabajo es parte de la vida y se ve afectado por otras circunstancias que en ella ocurren. Por ejemplo:

Un alumno de un instituto tuvo un accidente de coche durante el fin de semana y murió. Chicas y chicos del centro, así como el profesorado, se encontraron profundamente afectados por esta noticia. Al principio desde el centro únicamente plantearon un simbólico minuto de silencio antes del recreo; pero otras profesoras y profesores, observando que su alumnado “necesitaba algo más”, adaptaron el contenido de sus clases a lo que estaba pasando; en algunas aulas se hicieron poemas y redacciones; en otras fue la expresión plástica el vehículo para mostrar sentimientos y en otras se habló de seguridad vial y de la importancia de no poner el juego la vida propia ni la de quienes nos acompañan.

El alumnado, en general no hace separaciones en su vida. Normalmente llevan al colegio o al instituto sus preocupaciones o las alegrías, y también llevan a casa lo que les ocurre en el instituto; la casa es también una escuela donde aprenden un montón de cosas y el colegio o el instituto también es una casa donde siente protección, afecto y cariño de muchos de sus compañeros o compañeras así como del profesorado. De nuestro alumnado podemos aprender que la vida no está dividida en cachitos y que igual que a veces nos llevamos trabajo a casa, también irremediablemente a veces nos llevamos parte de la “casa” y de las actitudes que en ella solemos tener,  al trabajo.

Para saber más. Extracto del documento de  Milagros Montoya Ramos y Juan Cantonero Falero “En femenino y en masculino: la diferencia sexual en el aula”