MITOS Y PREJUICIOS
En un Instituto de Educación Secundaria de Madrid, en el año 2006, una educadora3 le preguntó a un grupo de chicas y chicos adolescentes a qué edad creían que empezaba la sexualidad en el ser humano. La gran mayoría dijo que la sexualidad empieza, o puede empezar, en el momento en que se tiene una mayor maduración física y emocional. Hubo incluso quienes pusieron una edad concreta, los 18 años.
Ante esta respuesta, la educadora les preguntó a qué llamaban sexualidad y, salvo alguna excepción, ellas y ellos hicieron referencia a prácticas coitales. Hubo quien dijo que la sexualidad es aquello que se hace para tener bebés. Sólo dos chicas plantearon una visión más amplia de la misma.
Con esta conversación, la educadora descubrió que, en general, estos chicos y chicas tenían una visión constreñida de la sexualidad que dejaba fuera otras formas de expresión corporal y de relación piel con piel. Hablaron de la sexualidad como si ésta sólo estuviera en los genitales (y no en todo el cuerpo), sólo se manifestara a través de relaciones sexuales coitales entre un hombre y una mujer (y no pudiera ser vivida de otras muchas maneras y entre personas del mismo sexo), sólo existiera en la edad adulta (y no a lo largo de una vida), etc.
La sexualidad se puede vivir de muchas formas y se manifiesta en todas las etapas de nuestra vida.
Fuente: www.elpais.com
Cuando esta forma de entender las cosas cobra fuerza, niñas y niños pierden la capacidad de nombrar y tomar conciencia de mucho de lo que sienten y experimentan a través de sus propios cuerpos en el momento presente, y también de imaginarse posibilidades diversas de vivir sus relaciones sexuales futuras. Por ejemplo, en el caso de las niñas, la de vivirlas en el seno de una pareja formada con otra mujer y, en el caso de unas y de otros, la de enriquecer los encuentros sexuales con una futura pareja a través de la capacidad de comunicación y placer que tiene el conjunto de su cuerpo y no sólo sus genitales.
En general, las chicas y algunos chicos hablaron de las relaciones sexuales como algo que ocurre entre dos personas que se quieren o que, al menos, sienten cariño e interés por profundizar en la comunicación con el otro o la otra. Otros chicos, en cambio, plantearon un modelo de sexualidad desvinculado de los afectos nombrándola con palabras sacadas de ‘anuncios de contactos’. Uno de los chicos intentó provocar a la educadora diciéndole que él no necesitaba que nadie le explicara qué era o qué no era la sexualidad, ya que, según él, le bastaba pagar a una mujer para aprenderlo.
De este modo burdo y violento, este chico puso sobre la mesa una forma de entender la sexualidad que también circula con fuerza en nuestro mundo. Por un lado, es un modo de tratarla como si fuera una cuestión puramente mecánica o técnica que se puede aprender de una vez para siempre, despojándola así de todo aquello que se moviliza a través de los sentimientos y de la comunicación con otro ser humano singular y que la hace ser siempre una experiencia nueva y única. Por otro lado, consiste en rebajar al cuerpo femenino, el de una mujer concreta y singular, a un simple objeto de consumo.
Se trata, por tanto, de una burda caricatura de la sexualidad y no de la sexualidad en sí misma. Es, además, una caricatura que conlleva violencia en la medida que lo que se pone en juego no es la relación de intercambio sino el poder de usar otro cuerpo para el propio placer. Y, allí donde existe violencia, hay un repliegue de la sexualidad.
La educadora le dijo que a ella le daba pena que él quisiera vivir su sexualidad de un modo tan pobre, reduciéndola a simples contactos sexuales, ante lo cual él se quedó sorprendido porque lo que se esperaba era un sermón moral y no una puerta para vivir una sexualidad más sana y, a la vez, más creativa y plena.
En general, esta forma de hablar de la sexualidad no suele coincidir en realidad con la sexualidad deseada. Fíjate en esta experiencia…
Reflexiona: Esta es parte de la experiencia que relata la sexóloga Clara Alvariño en una carta que se publicó en el País Semanal, el 22 de junio de 2008 sobre esa necesidad de ir más allá en el diálogo con chicas y chicos. ¿Qué opinas de lo que aquí se plantea?
(…) Si en una primera sesión de un curso de educación sexual les propones hacer una lluvia de ideas sobre todo lo referido a la sexualidad, aparecerán muchísimos términos. Muchos de ellos referidos únicamente a genitales y coito; muchos otros, aspectos negativos (infecciones de transmisión genital, embarazos no deseados, etcétera). Aparece la palabra placer, pero también la palabra amor. Si les pides que elijan tres palabras de todas las que han propuesto pensando en su propia sexualidad, los sentimientos y el amor salen de entre las más votadas, y esas pocas sí se acercan más a la sexualidad que ellos viven; quedarse con lo que dicen es erróneo. (…)