LOS MITOS DEL AMOR
Es frecuente que, a través de películas, chats, comics, cuentos, etc., niñas y niños aprendan e interioricen una serie de mitos que corresponden al modelo de amor romántico que, además de ser una idealización que no les ayuda a vivir y disfrutar del amor en su dimensión real, les lleva a confundir algunas formas de violencia con amor. Estos son algunos de estos mitos:
- “El amor es un sentimiento que se impone y que, por sí mismo, basta para ser feliz, dar sentido y consistencia a cualquier relación”.
Esta es la idea que se transmite cuando se dice que ‘esa pareja vivió un amor a primera vista que duró para siempre’, o cuando una niña le pregunta a su madre o a su maestra cómo se sabe que se está enamorada y le responde: ‘lo sabrás, no te preocupes, lo sabrás…’
Con esta idea, es probable que niñas y niños identifiquen ‘flechazo’ con ‘amor verdadero’ y que sientan que lo que toca, tras esa fuerte atracción, es dejarse llevar por la corriente de la relación, como si ésta se creara por arte de magia, dando paso, más tarde, a la frustración de quien ve que las cosas no fluyen como estaba previsto.
Bajo este mito, como ‘una pescadilla que se muerde la cola’, sentir que las cosas no son como estaban previstas les puede hacer pensar que la relación no funciona porque realmente no había suficiente amor.
- “Somos media naranjas que, sólo a través del encuentro con la otra mitad, podemos aspirar a ser una naranja entera”.
A través de este mito, niñas y niños aprenden que quererse de verdad es acoplar su vida a la de otras personas, como si fueran piezas de un puzle que encajan a la perfección. Y esto, en el fondo, sólo puede darse cuando se fuerzan las cosas. Por ejemplo, cuando una niña cambia su forma de vestir para estar más acorde con la moda que lleva sus amigas o cuando un niño juega al fútbol sólo porque lo hace su mejor amigo aunque en realidad prefiere jugar a otras cosas. O lo que es lo mismo, cuando alguien deja de estar presente con todo lo que es y siente, y pasa a representar un papel por miedo a que las piezas se desencajen.
Con esta forma de entender las cosas, el miedo al conflicto o a la mera discrepancia se hace grande porque se le identifica con falta de amor, cuando en realidad nos muestra simplemente que una relación está viva. Es un miedo que se da cuando se instala la idea de que cuanto más iguales o más complementarios, más fácil será la relación, aunque, en realidad, la diferencia y la disparidad es consustancial a ella. Es un miedo, por tanto, que da lugar, más que al amor, a la desidia y a la asfixia.
- “El amor de una pareja es lo que da sentido a la vida”.
Esta es la idea que hay detrás de frases como ‘sin ti no soy nada’ o ‘sin ti, me muero’ que, de un modo más o menos poético, nos muestran a una persona que no es nada por sí misma. Una cosa es sentir tristeza o un vacío ante la ausencia de alguien y otra cosa bien distinta es ‘dejar de ser algo’ por causa de esta ausencia.
Esta concepción del amor se transmite con más fuerza a las niñas a través del mito del ‘príncipe azul’, haciéndoles creer que en el mundo existe un hombre capaz de colmar todos sus deseos, de llenar sus vacíos, de saciar sus necesidades. O sea, es un mito que les invita a dejar la propia vida en manos de otra persona en nombre de una fantasía, ya que en realidad nadie tiene la capacidad de dar sentido a la vida de otro o de otra. Lo único que podemos hacer es dar un sentido propio a la relación que tengamos con otra persona, pero no al revés.
- “El amor puede describirse a través de una foto fija”.
Son muchas las escenas románticas que niñas y niños han visto a lo largo de sus vidas: un primer beso en el que dos personas sellan su amor, alguien que hace malabarismos para estar cinco minutos con otra, una conversación en la que dos personas que apenas se conocen sienten una gran complicidad y apertura… Son escenas que, a menudo, les lleva a querer vivirlas tal cual las han visto, con la misma intensidad y la misma emoción. O lo que es lo mismo, son escenas que pueden llegar a prefijar su experiencia amorosa, acoplándola a un ideal y no a los propios deseos.
Del mismo modo, esto también les pasa cuando viven una experiencia muy gratificante con alguien que quieren revivirla tal como ocurrió. Y así, con la vana intención de reproducir un recuerdo, se reduce la posibilidad de disfrutar con lo que acontece en el momento presente y de crear una relación viva. Esto ocurre, por ejemplo, cuando una niña quiere vivir la misma emoción que sintió con otra niña en un viaje y llega a la conclusión de que ya no son tan amigas cuando se da cuenta que la relación ha cambiado y no es igual que esa ‘primera vez’.
- “El amor verdadero es obsesivo y genera celos”.
No poder quitarse a alguien de la cabeza, sentir deseos de hablar todo el tiempo con ella y de saber qué está haciendo en todo momento, no es amor. Es una obsesión que a veces se despierta cuando nos enamoramos y que no es lo mismo que la enorme apertura que también sentimos en esos momentos.
La apertura nos hace querer ver a esa persona y a pensar mucho en ella, pero a la vez nos despierta la creatividad y el gusto por vivir diferentes facetas de la vida en las que ella o él no están presentes. La obsesión, en cambio, tiene que ver más con la inseguridad y la necesidad de control. Por ejemplo, no es lo mismo un mensajito al móvil que dice ‘pienso mucho en ti y me gustaría verte hoy’ a otro que diga ‘me muero por verte, te paso a buscar dentro de un rato, ¿dónde estás?’. Aprender a distinguir una de otra es fundamental para no caer en la asfixia, el sometimiento e, incluso, el maltrato.
Con este mito se cuela también la idea de que a más celos, más amor. Cuando, en realidad, los celos indican inseguridad, miedo al abandono o sentimientos de posesión hacia el otro o la otra. O sea, se trata de sentimientos que se dan con mucha frecuencia cuando nos enamoramos, pero que poco tienen que ver con el amor en sí mismo.
- “Amar a una persona es tener ojos sólo para ella”.
Junto a este conjunto de ideas, está esta otra que las complementa y que consiste en pensar que la relación con la persona amada es suficiente para sentir la vida con plenitud y que, por tanto, tener interés y sentir afecto por otras personas resta intensidad a la relación, cuando en realidad, la enriquece.
En este sentido, no es extraño, por ejemplo, que una chica deje de relacionarse con sus amigas para tranquilizar a su novio y hacerle ver que le quiere de verdad. Pero, cuando alguien hace una renuncia tan grande para agradar a otra persona, se instala el resentimiento y el empobrecimiento vital.
- “Amar significa atarse a alguien, perder la libertad”.
Por todo lo dicho, no es extraño que alguien llegue a la conclusión de que no vale la pena amar porque eso implica atadura y pérdida de libertad. Esta idea ha estado tradicionalmente muy presente en el mundo masculino con frases como ‘ya te pillaron’ o ‘se te acabó lo bueno’. En ocasiones, esta idea también se instala en el mundo femenino como un modo de defenderse ante el control y la asfixia que se ha generado en la vida de tantas mujeres que han estado bajo el paraguas del ‘amor romántico’.
Algunas veces, con el afán de que las alumnas y los alumnos no vivan el amor de un modo tan opresivo, se cae en la tentación de enseñarles a desconfiar de las relaciones, a estar a la defensiva para no vivir la experiencia del sometimiento, a crear una muralla a su alrededor para que nadie pueda acercarse demasiado. Y todo esto limita también sus posibilidades de relación.
En definitiva, entre vivir en base a los parámetros de otra persona y armarse con una fuerte coraza para que esa otra persona no pueda interferir en nuestra vida, está la posibilidad de entrar en relación sin perder el propio centro.
¿Qué te parece esta forma de entender el amor plasmada por Forges en esta viñeta publicada el 8 de marzo de 2004 en el periódico El País?