LA DIFERENCIA SEXUAL
Aunque son muchos los sentimientos, experiencias y pensamientos que mujeres y hombres compartimos, la experiencia de vivir en un cuerpo de mujer no es igual que la de vivir en un cuerpo de hombre. No es igual, por ejemplo, correr teniendo pechos de mujer que hacerlo con un pecho de hombre, o montar en bicicleta con genitales masculinos que con genitales femeninos.
Tampoco es lo mismo cantar con una voz de mujer que con una voz de hombre y, por supuesto, no es igual vivir en un cuerpo que podrá albergar y gestar a una criatura dentro de sí que vivir en un cuerpo en el que esta posibilidad no está presente.
Hay que tener cuenta las singularidades de cada mujer y de cada hombre para poder hablar de la sexualidad y valorarla en todas sus dimensiones. Autora: Mónica Carretero. La Educación sexual de niñas y niños de 6 a 12 años.
Pág. 91. CIDE e Instituto de la Mujer (2003).
Los sexos, como ya hemos dicho en otros módulos, son dos. Y esto, aunque es evidente y pueda parecer una perogrullada, no siempre es fácil de reconocerlo y valorarlo en toda su dimensión. Pero, si no tomamos en cuenta las particularidades que cada uno de los sexos tiene, corremos el riesgo de hablar de una sexualidad abstracta y descarnada que, en el fondo y sin decirlo, toma el cuerpo masculino como patrón.
Para explicar mejor esta idea, traemos aquí este ejemplo: 1
“Un chico y una chica deciden ir a una consulta sobre sexualidad. Él está preocupado (…) ya que no consigue mantener el coito el tiempo suficiente para que ella alcance el orgasmo.2
(…) Aunque este chico y esta chica saben que las mujeres también tienen sexualidad, lo saben de un modo abstracto, sin tener conocimiento e información sobre la especificidad del cuerpo femenino, sin haber llegado a comprender del todo que el cuerpo femenino es diferente al masculino. O sea, ni él ni ella saben que lo más común es que una mujer no alcance el orgasmo a través del coito porque con esta práctica no suele darse una estimulación del clítoris. Quizás ni siquiera saben qué es el clítoris.”
Decir que no es lo mismo vivir en un cuerpo de hombre que en un cuerpo de mujer, no significa que haya una sola manera de vivir siendo mujer ni una sola manera de vivir siendo hombre, más bien al contrario. La relación que cada mujer tiene con su propio cuerpo es única, del mismo modo que la relación que cada hombre tiene con el suyo.
Podemos decir que son muchas las maneras, por ejemplo, de vivir la sexualidad en un cuerpo en el que es posible un embarazo. Ante ello, algunas mujeres pueden sentir admiración hacia el propio cuerpo, otras pueden vivir esta posibilidad con miedo y hay las que pueden acoger este hecho con indiferencia.
Del mismo modo, aunque se trate de una posibilidad con menor repercusión y trascendencia que la que presentamos en el ejemplo anterior, también son muchas las maneras de vivir el propio desnudo ante la posibilidad de una erección del pene. Para algunos hombres esta posibilidad puede significar un modo de hacer ostentación de la propia virilidad, para otros algo sin mayor relevancia y hay los que la pueden vivir con vergüenza o incluso miedo a violentar o ser malinterpretado.
La forma de sentir el propio cuerpo sexuado varia en cada contexto histórico y/o cultural. Así, por ejemplo, no es igual vivir la posibilidad de la maternidad en un contexto en el que los anticonceptivos se dispensan con facilidad que en otro en el que ni siquiera se conoce su existencia, o en un contexto en el que a las mujeres se las considera incompletas cuando no son madres que en otros donde a las mujeres se las considera de un modo más amplio y abierto.
Para saber más… “Nuestros cuerpos, nuestras vidas” de Gloria Serrato Azat.
Fuente: El amor y la sexualidad en la Educación. Cuadernos de Educación No Sexista Nº 21. Instituto de la Mujer (2007). Pág. 9 – 20.
Finalmente, cada una de las sensaciones que cada mujer y cada hombre siente hacia las posibilidades de su propio cuerpo sexuado puede ser manifestada de formas muy diversas y cambiantes a lo largo de cada vida.