ABRIR CONFLICTOS SIN VIOLENCIA
Abrir conflictos significa dar la oportunidad para que podamos hablar de ellos (en vez de hacer como si no pasara nada) y hacerlos circular (en vez de dejarlos estancados). Esto significa dar la oportunidad de que una relación permanezca viva, o sea, de que el intercambio entre dos seres humanos no se detenga y pueda incluso ser más profundo.
Pero, ¿de qué hablamos cuando decimos relación?:
- Cuando hablamos de relación, hablamos de ‘tú y yo’, o sea, de dos personas con cuerpos, experiencias, sentimientos, formas de pensar, necesidades, deseos e intereses diferentes. Por ello, pretender que no haya aristas ni dificultades en la relación, pretender que seamos como si fuéramos una sola persona, fusionarse o confundirse con la otra persona, deja sin fuelle a la propia relación.
- Al estar formada por dos seres humanos diferentes y dispares entre sí, el conflicto es parte inherente de una relación. Tratar los conflictos sin violencia enriquece e incluso fortalece una relación. Del mismo modo, la imposición o el sometimiento, no sólo dejan mudo el conflicto, sino también la posibilidad de que exista relación, ya que una de las dos personas dejará de mostrarse y de estar con todo aquello que es.
¿Qué pinta la diferencia sexual en todo esto?
- Sólo es posible abrir los conflictos sin violencia en la relación con una persona del otro sexo cuando se reconoce al otro o a la otra como alguien diferente que nos puede enriquecer, y no como un ser ‘inferior’ o ‘superior’ por pertenecer a uno u otro sexo. Significa también ver a la otra persona con su singularidad, con su forma particular de ser, y no como si representara el estereotipo de lo que se supone que es ser hombre o ser mujer.
- Entre personas del mismo sexo, esto supone también reconocer que cada hombre y cada mujer tienen su manera única y singular de vivir su masculinidad o su feminidad, o sea, que existen formas dispares y diferentes de ser de uno y de otro sexo de las que podemos enriquecernos y aprender, sin necesidad de vivir la relación como un lugar para defenderse del otro sexo o para reafirmar el propio.
Por todo lo dicho, para poder abrir sus conflictos sin violentar ni violentarse, niñas y niños han de aprender a distinguir cuál es su problema y cuál es el problema de la otra persona cuando hay un conflicto. Así, por ejemplo, puede pasar que a una niña le molesta que un niño hable en voz alta y, en vez de asumirlo como un problema suyo, se lo achaque a él, etiquetándolo como ‘chillón’ o algo similar. En este sentido, no es lo mismo decir ‘cuando hablas en voz alta, yo me siento mal porque me resulta muy fuerte tu tono de voz’ a decir ‘a ver si aprendes a hablar más bajo porque así no vas a ligar en tu vida porque no hay quien te aguante’. Ante esto, el niño puede pretender parapetarse y no atender qué le suscita a él esta situación, tildando a la niña de ‘quejica’, en vez de expresar cómo le hace sentir el malestar de la niña. En este sentido, no es lo mismo decir ‘es que eres una tiquismiquis’ a expresar ‘pues a mí es que me encanta hablar así, me ayuda a expresar mejor lo que vivo y lo que siento, y no sé bien cómo hacerlo para que te sientas bien cuando estás conmigo.’
Dialogar significa comprender qué necesidad hay detrás de la conducta del otro o de la otra y buscar el modo de compaginar ambas sensibilidades.
Fuente: Banco de imágenes del CNICE.
Imagina que este niño y esta niña deciden profundizar en este diálogo para comprender qué necesidad hay detrás de la conducta del otro o de la otra, explicar lo mejor que sabe cómo se siente y qué necesita, buscar el modo de compaginar ambas sensibilidades para que la relación pueda continuar. Para que ello pueda darse, él y ella necesitan aprender a:
- Salirse de la lógica ‘ganar o perder’, para ir en busca de un camino que les permita simplemente estar bien juntos.
- Tomar en serio los propios deseos y necesidades.
- Hablar en primera persona, o lo que es lo mismo, reconocer y hacerse responsables de sus propios sentimientos y necesidades.
- Escuchar lo que les dicen las otras personas, es decir, interesarse por entender qué hay detrás de su conducta, o sea, cuáles son sus sentimientos y necesidades reales.
- Darse tiempo y buscar las palabras adecuadas para poder entender qué le pasa a cada cual y en qué consiste realmente cada necesidad o deseo.
- Saber decir que sí y decir que no, o sea, tener en cuenta la necesidad de la otra persona sin perderse en ella, sabiendo qué le resulta gratificante hacer para solucionar el conflicto y qué le resulta violento.
- Poner en juego su creatividad a la hora de buscar soluciones para que ambas sensibilidades puedan convivir, sin negarlas. Sabiendo, además, que esto no es un trabajo que se hace de una vez para siempre, es un proceso que va modificándose en función de cómo uno y otra se vayan sintiendo. Por ejemplo, en el ejemplo anterior:
- El niño puede comprometerse a intentar expresar sus emociones en un tono más bajo cuando está con ella, aunque aquellas que le son especialmente profundas o importantes, seguirá haciéndolas en un tono alto porque no cree que pueda hacerlo de otro modo.
- La niña puede intentar coger un tono de voz más alto cuando ambos se den cuenta de que se trata de algo que realmente le resulta difícil expresar de otro modo.
- Ambos se comprometen a hablar de ello si él o ella llegan a sentirse mal ante lo acordado, para buscar otras posibilidades.
No se trata de llegar a un ‘empate’ en el que tanto una como otro tengan que renunciar a algo, sino de buscar el modo en el que ambos estén bien. O sea, no es una cuestión de fuerza o de lucha de poder, sino de interés real por entablar una relación con lo que hay, con lo que cada cual es, siente, desea y necesita.
Esta forma de hacer las cosas, tiene muchas ventajas como, por ejemplo:
- Al haberse buscado una solución conjuntamente, sin que ninguna de las dos personas haya sentido la necesidad de negar lo suyo, habrá un mayor interés por llevar a cabo lo acordado.
- Las soluciones son frescas y originales, propiciadas por el encuentro entre dos personas que ponen en juego su imaginación y creatividad.
- Está basado en la comprensión, no en el poder. Eso significa que no deja lugar para los efectos del poder como el rencor, el resentimiento, la resistencia a hacer lo acordado, las ganas de huir, etc.
A veces, los conflictos no tienen solución. Ante ello, las niñas, y fundamentalmente los niños, han de aprender a vérselas con la frustración que esto supone para no caer en la tentación de violentar a la otra persona para que ‘haga aquello que él o ella quiere que haga’ ni violentarse ‘haciendo lo que el otro o la otra quiere que haga’.
Cada conflicto que surge en el aula es una oportunidad para poner todo esto en práctica. En el siguiente documento encontrarás experiencias que quizás puedan servir de referencia para tu práctica educativa.
Para saber más… Tratar los conflictos en la escuela sin violencia.
Fuente: Graciela Hernández y Concepción Jaramillo. Cuadernos de Educación No Sexista. Nº 14. Pág. 39-105. Instituto de la Mujer (2002)