LA PRÁCTICA DE LA PAZ
Para saber más… Por un movimiento social de nuevo tipo.
Fuente: Juanjo Compaire. http://boletin.ahige.org
Reflexiona: ¿Qué imágenes y experiencias te vienen a la cabeza cuando piensas en la expresión “la práctica de la paz”?
La práctica de la paz se manifiesta de formas muy diversas. Está presente incluso en aquellos contextos donde la violencia se expresa con especial virulencia. Sin embargo, no suele ser habitual hablar de la paz que existe ni valorar lo que en realidad supone para cada vida y para la convivencia. Cuando esto pasa, nos quedamos sin referentes para practicar la paz desde la conciencia de que, con esta manera de hacer, estamos, no sólo previniendo la violencia, sino también enriqueciendo nuestras vidas.
Para saber más… Los símbolos de la violencia y los símbolos de la paz
‘Imagina que has de representar la violencia sin palabras’. Cuando he propuesto esta actividad a grupos de educadoras y educadores, generalmente les ha resultado fácil encontrar signos, símbolos con el cuerpo, con los gestos, con imágenes, para representar la violencia. Sin embargo han encontrado más dificultades para hacer lo mismo con la paz. Ante esta evidencia, nos hemos preguntado porqué hay tantos recursos simbólicos para lo que no nos gusta y tan pocos para lo que sí nos gusta. Y también hemos pensado que esta carencia es paradójica, puesto que en nuestra experiencia de todos los días tenemos más presente la práctica de la paz que la práctica de la violencia.
‘Imagina ahora que te pido que relates con palabras una práctica de paz’. Realizando este ejercicio con educadoras y educadores, hemos encontrado también la misma dificultad: hay más palabras para nombrar la violencia que para nombrar la paz.
Una compañera me contó que en el transcurso de estas actividades con profesoras y profesores había experimentado también esta dificultad, pero que además había caído en la cuenta de un detalle que ella consideró muy significativo. Se refería al hecho de que unos y otras utilizaron símbolos muy diferentes para hacer visible la violencia. Las profesoras mostraron sufrimiento: llanto, lágrimas, sangre, dolor, pesar…, es decir, los efectos de la violencia y los profesores representaron el ejercicio de la violencia: una pistola, una agresión física, una cara muy enfadada…
Si dejamos de contribuir al simbólico de la violencia, estaremos haciendo que cada vez ésta tenga menos espacio en nuestras vidas. Por ejemplo, es un paso importante hacer visibles los efectos y las consecuencias de la violencia, tal y como hicieron las profesoras y poner de manifiesto que la violencia genera sufrimiento.
Con la experiencia de estas actividades, es fácil darte cuenta de la necesidad de hacer visible la paz, porque tan importante como practicarla, es hacer simbólico de paz. Cada vez que mostramos la paz, la hacemos más pensable, imaginable y practicable. ¿Cómo hacerlo? Buscando, creando y utilizando recursos simbólicos que representen un mundo en el que la violencia contra las mujeres, y las mujeres en general, sea impensable.
Fuente: Extracto del texto: Concepción Jaramillo Guijarro: ‘¿Qué es lo simbólico?’ en Tomar en Serio a las Niñas, Cuaderno de Educación no Sexista nº 17. Instituto de la Mujer (2005)
La dificultad para ver y reconocer la paz que se practica día a día en el mundo tiene relación con la invisibilidad femenina y con esa lógica patriarcal que identifica la masculinidad con la violencia y que considera lo que son y hacen las mujeres como algo de menor importancia a lo que son y hacen los hombres.
¿Has pensado alguna vez cómo es posible que la vida siga gestándose y sosteniéndose en esas zonas del planeta donde la guerra, las catástrofes medioambientales o el hambre han cobrado tal dimensión que parece imposible la supervivencia? Habitualmente, cuando se habla de este tipo de contextos, se suele sacar a la luz sólo una parte de lo que allí pasa, esa parte que está vinculada con el ejercicio de la violencia y la gestión del poder.
Sin embargo, imagínate que pasaría en esos lugares, y también en el lugar dónde tú vives, si las mujeres y aquellos hombres que han optado por la gestión y el cuidado de la vida decidieran cruzarse de brazos y dejaran de practicar la paz.
Wangari Maathai. Premio Nobel de la Paz 2004
Fuente: www.greenbeltmovement.org
Reflexiona: ¿Qué te sugiere la experiencia de esta madre colombiana?
"¿Quién es ése al que matamos?" "Es mi hijo"
NATALIA JUNQUERA - Madrid - 24/01/2008
Se llama Pastora Mira, es colombiana y un día recogió en la calle a un joven de 17 años gravemente herido en una pierna. No le hizo preguntas y se lo llevó a su casa. Le curó, le dejó dormir y le preparó el desayuno. Al abrir los ojos, el joven le preguntó: "¿Qué hacen ahí las fotos de ése que matamos anteayer?". Pastora contestó: "Ésta es su casa, yo soy su madre y la cama en la que duermes es la suya". Mira, de 51 años, contó ayer su historia en el IV Congreso Internacional de Víctimas de Terrorismo. Las víctimas extranjeras, sobre todo colombianas, realizaron la mitad de las intervenciones y aportaron estremecedoras historias, seguidas de peticiones de conciliación y unidad.
El encuentro de Mira con el verdugo de su hijo ocurrió en mayo de 2005. Los paramilitares de Colombia ya le habían arrebatado a su padre, asesinado en los años sesenta; a su hija, secuestrada en 2001, y a su hijo, que "comido por la ira" decidió atacar a los grupos que financiaban a los paramilitares hasta que cayó en sus manos.
"Rompió a llorar cuando le dije que el de las fotos era mi hijo", continúa Mira. "Me contó que le habían torturado durante 15 días antes de matarlo. Yo le di un teléfono y le dije: 'En algún lugar del mundo tiene que haber una madre preocupada por ti, llámala y dile que estás vivo'. Porque en ese momento me di cuenta de que eran chicos muy jóvenes cargados de dolor y venganza. Estos grupos paramilitares funcionaban de forma jerarquizada y nunca podríamos acceder a la cúpula, pero sí a las bases, para derribar el edificio desde abajo, poco a poco".
Aquel joven trabaja hoy con Pastora en el Centro de Acercamiento para la Reparación y la Reconciliación, en San Carlos (Colombia). "Nunca volvimos a hablar de mi hijo. Ahora tenemos en el centro a 32 victimarios y 90 víctimas. Nos han ayudado a localizar 15 fosas de desaparecidos", explica Mira. Ella encontró el cadáver de su hija con datos de unos y otros, tras haberla buscado escarbando ella misma la tierra durante cinco años.
Acceso al artículo original
Fuente: El País. 24/01/2008. Pág. 14
Nombrar la violencia sin violencia, buscando el modo de hacer visible lo qué ésta es en realidad y cómo actúa sobre los cuerpos, las vidas y los pueblos es también una práctica de paz. Poner nombre a la violencia que existe permite sacarla de esa nebulosa que la normaliza como si fuera inevitable o que la representa con eufemismos que la vuelven abstracta, como cuando se dice ‘daños colaterales’ para hablar sobre las víctimas de una guerra.
Esto es lo que han hecho muchas mujeres que, a lo largo de los siglos XIX, XX y aún hoy en día, han sabido encontrar palabras para nombrar la violencia vivida sin convertir esta práctica en una justificación para verter más violencia al mundo, o sea, han buscado el modo de transformar la relación entre los sexos en vez de violentar a los hombres a modo de revancha.
Datos y curiosidades: Las sufragistas
En el texto LA RISA QUE ABRE A LO OTRO, María-Milagros Rivera Garretas nos dice lo siguiente:
‘Practicar y amar la paz es lo que hicieron, por ejemplo, las sufragistas, que supieron sostener su deseo de votar en las elecciones políticas de la democracia, sin entrar en la cooptación con el sistema democrático. Las sufragistas le enseñaron a Gandhi su práctica de la paz: una práctica que, más tarde, él pondría en juego en su país – la India – abriendo el camino de la descolonización. Practicar y amar día a día la paz es lo que hacen desde hace ya bastantes años las madres de la Plaza de Mayo, que han dejado al desnudo la violencia estremecedora de un gobierno, sin cooptar con ningún tribunal internacional.’
Fuente: Pat Carra, Bombas de Risa, Cuadernos Inacabados 45, horas y horas, Madrid, 2001. Introducción de María-Milagros Rivera Garretas.
En definitiva, abrir los conflictos sin violencia, llamar violencia a lo que es violencia sin minimizar su significado y hacer todo esto desde el cuidado de quien quiere hacer congeniar la libertad y la convivencia, es practicar la paz.