La coeducación&: Dos sexos en un solo mundo

MÓDULO 3: VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

¿SER HOMBRE DE VERDAD?

Basta prestar atención a lo que hacen o dicen los hombres que viven en una ciudad para darse cuenta que no existe una sólo forma de ser hombre. En un mismo contexto te puedes encontrar con algunos que realizan la parte del trabajo doméstico que les corresponde y que cuidan de sus hijos e hijas con cariño y responsabilidad mientras que otros aún sienten que este tipo de actividades no les compete o les hace ser ‘menos hombre’. Del mismo modo, puedes estar con hombres que expresan emociones como el miedo, la pena o el amor sin ningún pudor, con otros a los que les cuesta hacerlo, e incluso con algunos que sienten que esto es cosa de gente blanda y ñoña.

Pero todos ellos, con mayor o menor virulencia, han sentido alguna vez en su vida la presión para identificar su masculinidad con el ejercicio del poder y de la violencia. Esta presión ha sido alimentada a lo largo de la historia por la idea absurda de que un hombre que no se expresa usando estos códigos con los que tradicionalmente se ha estereotipado la masculinidad no es un ‘hombre de verdad’. En el fondo, se trata de una idea que pretende mantener el status de superioridad masculina, tildando a las conductas que nada tienen que ver con la fuerza, la violencia o el poder como ‘afeminadas’.

Asimismo, no es extraño, por ejemplo, que un niño que sea torpe jugando al fútbol o que no le guste jugar ‘a la guerra’ sea marginado o ridiculizado por otros niños. Lo mismo le puede pasar a un niño al que le guste el baile o jugar a las casitas cuando identifican el jugar a lo que tradicionalmente han jugado las niñas como una humillación o un rebajarse. Esto pasa cuando estos niños identifican este tipo de juegos como indicadores de su masculinidad, o sea, cuando actúan como si el sentido de su masculinidad fuera el no ser como una niña en vez de ser simplemente como cada uno de ellos quiere ser.

Desde la infancia, los hombres sienten la presión para identificar su masculinidad con el ejercicio del poder, dejando de lado valores como la empatía, la emoción o el cuidado.

Desde la infancia, los hombres sienten la presión para identificar su masculinidad con el ejercicio del poder,  dejando de lado valores como la empatía, la emoción o el cuidado.

Desde ahí, bajo la presión de esta lógica violenta, un niño o un hombre que usa la empatía, llora, reconoce y valora a las mujeres, se emociona ante una obra de arte, siente atracción sexual hacia otro hombre o simplemente cuida a su bebé, en vez de sentir que enriquece y humaniza su vida, puede llegar a sentir que pierde algo. Desde ahí, algunas conductas como dar ‘las gracias’, decir ‘lo siento’ o pedir ‘por favor’ pueden llegar a ser sentidas como muestras de debilidad porque cualquier gesto de apertura y reconocimiento hacia otra persona es vivido como flaqueza.

Es una lógica, por tanto, que busca hacerse valer a costa de los otros, fundamentalmente de las otras. Aunque también, de forma paradójica, a costa de sí mismo.
Ante todo esto, ¿qué te sugiere esta foto?

Fuente: VV.AA.: Relaciona, una propuesta ante la violencia.Pág. 35. Cuadernos de Educación no Sexista Nº11. Instituto de la Mujer (2001)

Fuente: VV.AA.: Relaciona, una propuesta ante la violencia.Pág. 35. Cuadernos de Educación no Sexista Nº11. Instituto de la Mujer (2001)

Para saber más…  Relaciona: una propuesta ante la violencia.    
Fuente: Instituto de la Mujer (2001)

 

En los últimos años, han sido muchas las voces, no sólo femeninas sino también masculinas, que han visibilizado la deshumanización y la violencia que implica esta forma de entender la masculinidad, una violencia que se ejerce, no sólo contra las mujeres, sino también, como hemos visto, hacia otros hombres. Son voces que han dado un giro radical a la palabra ‘valiente’, considerando que lo es aquél que es capaz de desmarcarse de esta lógica y no quien usa la violencia o pone en juego su vida. >>