MÁS ALLÁ DE LA TOLERANCIA
A veces, la “atención a la diversidad” se reduce a atender las carencias de determinados grupos de alumnos y alumnas. Este modo de entender la atención a la diversidad tiene que ver con la tolerancia. Se admite y se tolera que entren en nuestras aulas alumnos y alumnas diferentes, se ponen en marcha una serie de mecanismos para que, con mayor o menor eficacia, se adapten y no distorsionen el desarrollo “normal” de las clases. Es como si se dijera, ‘puedes entrar a formar parte de nuestra escuela, pero en el fondo no nos interesa que la enriquezcas con tu historia de vida y tu sabiduría’.
Es mejor tolerar a excluir o a agredir, pero es insuficiente para promover relaciones de intercambio que realmente prevengan la violencia. Es insuficiente porque deja mudo, sin significado, lo “nuevo” que cada persona trae al aula, a la escuela, al barrio. Y, de este modo, se pierde la oportunidad, por ejemplo, de enriquecernos con lo que niñas y niños inmigrantes han aprendido de su experiencia migratoria o con lo que cada niña ha sentido y vivido por tener un cuerpo de mujer. O sea, se pierde la oportunidad para crear relaciones en las que el caldo de cultivo que alimenta la violencia deje de existir.
Para prevenir la violencia es necesario poner en juego la disparidad, la singularidad, la diferencia de cada hombre y de cada mujer, ésa que nos puede enseñar algo nuevo o mover algo nuestro si nos dejamos traspasar por ella.
Reflexiona: ¿Cómo te suena la frase “hay que tolerar a las mujeres”?
- ¿Qué podemos aprender de la experiencia de esa niña a la que le gusta cuidar a esa muñeca que siempre va con ella?
- ¿Qué podemos aprender de ese niño al que se le da muy bien bailar?
- ¿Qué podemos aprender de esa niña que ha decidido tener el pelo corto?
- ¿Qué podemos aprender del sentido y el significado que una niña le da al llevar un pañuelo en la cabeza?
- ¿Qué podemos aprender de ese niño que es invidente?
En el aula, la escucha y el interés por la singularidad de cada niño y cada niña son en sí mismos una fuente de aprendizaje.
De lo que hablamos, por tanto, es de incentivar la curiosidad por el otro o la otra, el deseo de descubrir cosas nuevas en la relación con otra persona diferente a sí y la generosidad de compartir lo que sabe y le es propio.
Y la mejor forma de enseñar todo esto es interesándonos por la singularidad de cada niño y cada niña, teniendo disposición de aprender de sus experiencias diversas y acogiendo los sentimientos que ese intercambio pueda generar.
Para saber más… Relaciona: una propuesta ante la violencia.
Fuente: Instituto de la Mujer (2001)