LOS CONFLICTOS Y LA VIOLENCIA
Quizás recuerdes el momento en el que se hizo público que la diferencia genética entre población blanca y población negra era prácticamente nula. Hubo mucha gente que mostró alegría ante este hecho, una alegría que parecía indicar que convertirnos en iguales, casi idénticos, fuera la mejor solución para afrontar las desigualdades, como si fuera inevitable convertir la diferencia en desigualdad, como si las diferencias no pudieran ser vividas como lo que son: diversidad y riqueza.
¿No es este un modo de violentar las cosas? ¿No es esta una manera de matar la riqueza y de empobrecer nuestras vidas? ¿Qué hubiera pasado si los datos de las investigaciones genéticas nos hubieran dicho todo lo contrario? ¿Qué nos pasa ante lo diferente? ¿Cómo nos relacionamos con las diferencias que conforman lo humano?
Las diferencias pueden ser vividas como lo que son: diversidad y riqueza.
Fuente: Ensayo del Psico Ballet de Mayte León. Banco de imágenes CNICE.
En la mayoría de las ocasiones, las diferencias implican simplemente formas diversas de ser y sentir que dan color al mundo. Ahora bien, si echas un vistazo a tu experiencia, seguramente recordarás distintas situaciones en las que la relación con alguien diferente a ti no ha sido fácil. Son situaciones en las que ha sido necesario más cuidado y atención para lograr cierto entendimiento, llegar a acuerdos o encontrar el modo de convivir con la discrepancia.
Hay conflicto cuando sentimos que nuestros pensamientos, sensibilidades, deseos, códigos o necesidades, además no ser coincidentes, son difícilmente compatibles con los de otra persona. A menudo, lo que es incompatible, no es tanto lo que pensamos o necesitamos, sino lo que nos lleva hacer cada pensamiento o cómo damos solución a cada necesidad. De tal modo que, con frecuencia, no se trata tanto de cambiar de pensamiento o necesidad, sino de transformas las actuaciones o soluciones para que podamos convivir.
Los conflictos son inherentes a las relaciones humanas. A veces, una mirada o una palabra bastan para acoger la discrepancia, colocarla en su sitio y recomponer la relación. Otras veces, en cambio, el atasco es mayor y se necesitan más palabras, más gestos, más paciencia, más juego de mediación para abrirlo y sacarlo a la luz sin dañar a la relación, es más, para darle un sentido dentro de la relación.
A veces, basta un sólo gesto o una mirada para resolver un conflicto.
Fuente: Banco imágenes CNICE
Existe conflicto, por ejemplo, cuando un profesor quiere enseñar matemáticas a un grupo de adolescentes, pero gran parte de ese grupo no quiere aprender matemáticas o no las quiere aprender de él. O cuando una maestra considera que su función como docente es enseñar a la vez que educar, mientras que su compañera de departamento considera que su función es solamente enseñar, y ambas tienen que diseñar un plan de departamento conjunto.
Volviendo al ejemplo anterior, lo que está en juego es la capacidad de ambas para relacionarse y encontrar los acuerdos necesarios para trabajar conjuntamente sin negarse, sin que ninguna de las dos dejen de decir qué necesidad o qué visión de las cosas les lleva a actuar como lo hacen.
Vídeo:Adolescentes. Fuente: ‘Mujeres de Hoy’, Instituto de la Mujer y RTVE, 2005. Bloque ADOLESCENTES.
En este sentido, muchos falsos consensos realmente no resuelven ningún conflicto ni favorecen la relación, sino que hacen que el conflicto se vaya agrandando y su afrontamiento se haga cada vez más difícil.
Conflicto y violencia son dos cosas diferentes, aunque se confundan con frecuencia. Hasta tal punto llega la confusión, que es muy común oír hablar de conflicto bélico, cuando las guerras son simplemente una expresión extrema de la violencia. La violencia no es un modo de resolver un conflicto, más bien todo lo contrario. Cuando se impone el lenguaje de la violencia, lo que se hace es negar el conflicto, se tapa el conflicto. Quien usa la violencia pretende negar al diferente, lo que busca es “ganar” o hacerse valer a costa del otro o de la otra, anulándolo, infravalorándolo.
La violencia, entendida de este modo, puede manifestarse de diferentes maneras: también con el silencio, con un gesto o con una sola palabra. En este sentido, está mucho más extendida de lo que se suele pensar. También hay violencia cuando nos callamos o nos autoanulamos por miedo al conflicto, ya que se trata de dar valor a una idea, deseo o necesidad a costa de la propia.
La violencia contra las mujeres puede manifestarse de muchas formas: gestos, palabras, silencios, actitudes...
Ilustraciones: Roser Capdevila. Violencia contra las Mujeres, Instituto de la Mujer, (2002)
Como habrás podido ver, estamos hablando de algo sumamente complejo y profundo. Por ello, antes de continuar, te invitamos a que reflexiones sobre estas preguntas: ¿Estás de acuerdo con lo que se ha expuesto en este epígrafe? ¿Reconoces en tu experiencia esa violencia interna de la que hablamos? ¿Crees que todo esto tiene algo que ver con el miedo al conflicto? ¿De dónde crees tú que nos viene ese miedo al conflicto?